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Derechos de la mujer, Ensayo y no ficción, Libros y artes, Opinión 0

Lo perfecto como enemigo de lo bueno

By Cecilia Vial · On Abril 11, 2014


Sheryl Sandberg es una empresaria americana, actual COO de Facebook, otrora Vicepresidenta de Google y ex Jefa de gabinete de Larry Summers. Además de tener un currículum envidiable, está felizmente casada y es madre de dos niños. Su vida parece una hazaña mitológica, la epítome del sueño americano o por lo menos un gran acto de malabarismo. Con su nuevo libro, Lean In, Sandberg llama a las mujeres del mundo a involucrarse más en sus carreras y a aspirar a más en lo personal y profesional. No queda claro si el libro es de autoayuda, una autobiografía o un manifiesto feminista moderno, pero de seguro tiene algo de todas las anteriores.

“Men still run the world, and I’m not sure that’s going that well”, dispara graciosamente Sandberg. Ella nos cuenta que en los años 80 las mujeres llegaron a representar el 50% de los estudiantes universitarios de Estados Unidos. Veintitrés años más tarde los números en el plano laboral no aumentaron acordes a dicha tendencia: de los 195 países independientes sólo 17 tienen presidentas mujeres. Las mujeres sólo ocupan el 20% de los escaños en el parlamento norteamericano. En el sector privado el panorama es igual o peor: mujeres representan sólo 21 de los Fortune 500 CEOs, apenas el 14% tiene posiciones de executive officer, y sólo el 17% de las sillas de directorios. Los datos de Sandberg no se acaban aquí: ella sostiene que en Estados Unidos a las mujeres se les paga menos y se las trata peor. No es sólo más difícil conseguir un trabajo, también les pagan menos una vez obtenido uno: por cada dólar que gana un hombre, una mujer con la misma capacidad y cartones se lleva apenas 77 centavos (versus 59 en los años 70: un austero aumento de 19 centavos en los últimos 40 años). Y así la historia se continúa, con un libro tan abundante en anécdotas como en números.

La autora es enfática en señalar que ella no juzga a las mujeres que no quieren trabajar. Ella cree que todas las opciones son legítimas: sólo trabajar, sólo tener familia o una combinación entre ambas. El lugar de la mujer estaría donde ella quisiera estar. Su discurso se dirige a aquellas mujeres que queriendo trabajar, se sienten limitadas y boicoteadas por otros y por ellas mismas. Esta dualidad del problema, externo e interno, se presenta en todo su libro, ahondándose de manera especial en los capítulos “Siéntate en la mesa” y “No te vayas antes de irte”.

“Siéntate a la mesa” es un desfile de historias personales y otras no tanto que delata el exceso de confianza en los hombres y la excesiva autocrítica de las mujeres.

Según Sandberg, al preguntarle a un hombre por qué cree que hizo bien su trabajo o por qué cree que le fue bien en su último examen éste contesta tranquilo y confiado: Obviamente que porque soy increíble, no entiendo el por qué de tu pregunta. La mujer por su parte examina su desempeño y concluye indefectiblemente que en su éxito tuvo suerte, o la ayuda de distintas personas, o tal vez trabajó con especial ahínco. Esta diferencia se traduce en conductas concretas entre mujeres y hombres en el plano laboral. Por ejemplo, de las mujeres recién egresadas de la universidad, sólo el 2% negocia su sueldo con sus empleadores, versus el 59% de los hombres.

Esto, según Sandberg, además de ser una traba psicológica femenina, se valida en una visión socio-cultural común a hombres y mujeres. Esto es, que no es bien visto ser mujer y ser exitosa. El éxito sería tal sólo en los hombres. En las mujeres deviene en defecto. Sandberg sostiene que según distintos estudios, el éxito y la popularidad se correlacionan de manera positiva en los hombres y de manera negativa en las mujeres. He ahí el meollo del asunto: ser la primera de la clase te hace ñoña y odiosa, ser el primero de la clase te hace el más capaz e inteligente. Y esto las mujeres lo saben de sobra y explica su intento de camuflarse con su propia sombra.

Este doble estándar fue impecablemente demostrado por un profesor llamado Frank Flynn, de la escuela de negocios de Stanford, con un famoso caso titulado Heidi & Howard. En su investigación modificó un caso real de la escuela de negocios de Harvard sobre una mujer llamada Heidi Roizen, exitosa empresaria de Sillicon Valley, en sólo un pequeño gran detalle: el nombre. Así, la mitad de su clase leyó un caso titulado Heidi’s case y la otra mitad Howard’s case. El resto del texto era exactamente el mismo. El caso relata la exitosa historia de Heidi/Howard, donde su esfuerzo y buenas conexiones llevaron a ésta/éste a la cima de su industria. Antes de la clase, el profesor le pidió a sus alumnos que contestaran online una serie de preguntas sobre la personalidad y percepción general sobre Heidi/Howard. Primer resultado: los alumnos estiman que tanto Heidi como Howard son competentes y eficientes. Hasta aquí vamos bien. Pero, ninguno de los estudiantes a quienes les tocó el nombre de Heidi quería trabajar para o con ella. La mala impresión era general y aplastante. Estimaban que su personalidad era agresiva y mientras más exitosa la calificaban más desagradable como persona les resultaba. De más decir que la misma mano dura no corrió para el afortunado Howard, que aunque ficticio, tuvo la bendición de haber nacido hombre.

Pero si bien las trabas reales y sociales abundan en el libro, existen otras internas, autoimpuestas por las propias mujeres, tanto o más graves. El capítulo “No te vayas antes de irte” comienza con una anécdota de Sandberg cuando entró a Facebook. Una joven fue a su oficina y le pidió consejo sobre cómo balancear familia y trabajo. Sandberg trató de contestar lo mejor que pudo y se aventuró a preguntar si tenía hijos. La joven contestó que no. Luego volvió a preguntar si planeaba tenerlos en el futuro cercano. La joven contestó que no: primero tenía que conseguir un novio y luego casarse. Sandberg la miró perpleja: a esta joven la limitaba hoy la familia que todavía no tenía. Según la autora las mujeres rara vez tomarían sólo una gran decisión de dejar de trabajar. Más bien, tomarían un sinfín de pequeñas decisiones, sacrificándose y acomodando lentamente su vida laboral a la familia que esperan algún día tener… pero que todavía no tienen. Una abogado asociada decidiría no aspirar a socia porque algún día querría armar familia. Una vendedora postularía tal vez a un territorio más pequeño del que sus capacidades le permiten, o tal vez no postularía a un cargo gerencial, con el anhelo de tener hijos en los próximos años. Una profesora desistiría de ahondar en el currículum escolar del colegio donde trabaja por miedo a trabajar demasiadas horas. Y así las historias de límites fantasma se suceden, una tras otra, en las cabezas de las mujeres trabajadoras del mundo.

A mi parecer, la autora no querría con su libro decir que las mujeres deben entrar a la fuerza laboral, ni tampoco que pertenecen únicamente al hogar, ni menos que debiesen de repartirse perfectamente entre ambos lugares. Sandberg entiende a las mujeres como una misma entidad, pero cuyos fines o aspiraciones no necesariamente coinciden. Lo que ella trata de demostrar es que sin importar dónde decidan estar las mujeres, dicha opción se ve indefectiblemente criticada. Y esta crítica les quitaría la debida libertad y eficiencia a sus decisiones. Si las mujeres no mantienen un perfecto acto de malabarismo entre trabajo y hogar, si eligen quedarse sólo con uno o sólo con otro, se las reprocha y apunta con el dedo. Es como una profecía autocumplida: sólo lo perfecto está bien, y lo perfecto es imposible por lo que sólo queda estar en el error. Ella reformula esto diciéndole a las mujeres que “done is better tan perfect” y que para una mujer realmente libre todo es posible. Algo así como: Ladies, the world is your oyster.

 

Lean In: Women, Work and the Will to Lead, by Sheryl Sandberg, Alfred A Knopf Publishers, New York 2013, 240 páginas

 

lean inmujer y trabajoSheryl Sandberg
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Cecilia Vial

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