What?! ¿Un libro de casi 500 páginas, escrito en octava real, del siglo XVI, que relata la Guerra de Arauco? ¿Hay razones para leer eso voluntariamente? Mi respuesta: ¡más que claro que sí! Y aquí las explico.
– Narra más la gloria del vencido que del vencedor. La Araucana es un poema épico que escribió Alonso de Ercilla acerca de todo lo que vio y oyó en relación a la conquista española en tierras mapuches. Más que glorificar al ejército español, Ercilla le dedica extensos epítetos laudatorios al pueblo que ellos llamaron araucano:
“Cosas diré también harto notables
de gente que a ningún rey obedecen,
temerarias empresas memorables
que celebrarse con razón merecen:
raras industrias, términos loables
que más los españoles engrandecen:
pues no es el vencedor más estimado
de aquello en que el vencido es reputado.”
El enemigo se caracteriza como uno fuerte, en extremo belicoso y valiente. Lautaro y Caupolicán tienen las mismas cualidades que los héroes de la épica griega. Quizás porque Ercilla así los vio o también porque respondía a la clásica estrategia de ensalzamiento del enemigo. Si vencemos a un oponente demasiado débil, no habría tanto de qué enorgullecerse.
– Comienza su texto con una negación. La poesía épica contaba con un plan retórico para comenzar el relato que contaba con una estructura fija: la invocación (invocatio) a los dioses o musas, la presentación del tema (propositio) y la narración del mismo (narratio). Aquí, Ercilla inicia su escrito avisando sobre lo que NO va a escribir:
“No las damas, amor, no gentilezas
de caballeros canto enamorados,
ni las muestras, regalos y ternezas
de amorosos afectos y cuidados.”
Entendido. La guerra es su tema: “la pluma entregaré al furor de Marte” (v. 38). No va a cantar sobre el amor, porque quizás encuentra que ya es un tema muy repetido y ahora quiere innovar. De hecho, esta negación es un evidente giño al Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, publicado unos años antes que La Araucana:
“Damas, armas, amor y empresas canto.
cavalleros, esfuerço y cortesía
de aquel tiempo que a Francia dañó tanto
passar moros el mar de Berbería.”
– Pero, igual termina hablando de amor. Es que es inevitable, ¡si el amor es tan lindo! Avanzados varios cantos ya, Ercilla se cansa de que corra tanta sangre y ver tamaña enemistad, haciéndose las siguientes preguntas:
“¿Todo ha de ser batallas y asperezas,
discordia, sangre, fuego, enemistades,
odios, rencores, sañas y bravezas,
desatino, furor, temeridades,
rabias, iras, venganzas y fierezas,
muertes, destrozos, riñas, crueldades;
que al mismo Marte ya pondrían hastío,
agotando un caudal mayor que el mío?”
Así, irrumpen historias fascinantes como la de Tegualda, que busca sepultar el cuerpo de su marido; la de Guacolda, que tiene un sueño profético con respecto al destino de Lautaro; la clásica Fresia, que se indigna con Caupolicán por haberse rendido ante los españoles y no encuentra nada mejor que tirarle a su propio hijo:
“Toma, toma a tu hijo, que era el nudo
con que el lícito amor me había ligado;
que el sensible dolor y golpe agudo
estos fértiles pechos han secado:
críale tú, que ese cuerpo membrudo
en sexo de hembra se ha trocado;
que yo no quiero título de madre
del hijo infame del infame padre.”
Parece que Ercilla, en todo caso, no olvida nunca que el que inspira su pluma es Marte, dios de la guerra.
– La idealización de las mujeres. Cuando caracteriza a las mujeres del bando enemigo, Alonso de Ercilla lo hace destacando su valentía y su belleza. Incluso, se echa al bolsillo la tradición y critica al mismo Virgilio por haber tratado injustamente a Dido:
¡Cuántas y cuántas vemos que han subido
a la difícil cumbre de la fama!
Judith, Camila, la fenisa Dido
a quien Virgilio injustamente infama;
Penélope, Lucrecia, que al marido
lavó con sangre la violada cama;
Hipo, Tucia, Virginia, Fulvia, Cleclia,
Porcia, Sulpicia, Alcestes y Cornelia.
– La narración es en vivo. Además de poeta, Ercilla era, por supuesto, militar. Respondía a la clásica figura poeta-soldado del siglo XVI. Cuando escribe La Araucana, debe hacerlo por las noches, pues en el día está dedicado a las batallas. Esto a pesar de que la mayoría del texto fue escrito en Madrid y no al sur de Chile. De todos modos, es común encontrarse al final de cada canto con versos así:
Decir prometo la cautela extraña
de Lautaro después, que ahora me siento
flaco, cansado, ronco; y entretanto
esforzaré la voz al nuevo canto.
De hecho, Ercilla le explica a Felipe II, a quien le dedica el poema, que en varias oportunidades tuvo que escribir “muchas veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de cartas, algunos tan pequeños que apenas cabían seis versos, que no me costó después poco trabajo juntarlos”.
– Porque están los clásicos versos que alguna vez nos enseñaron en el colegio:
Chile, fértil provincia y señalada
en la región Antártica famosa,
de remotas naciones respetada
por fuerte, principal y poderosa;
la gente que produce es tan granada,
tan soberbia, gallarda y belicosa,
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida.
Además de ser muy entretenida, La Araucana ha sido varias veces considerada nuestra hazaña épica nacional. Leerla nos ayudará a preguntarnos si realmente un texto, escrito en un ambiente de conquista y dominación, puede ser el relato fundacional de una nación.
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