Son sólo dos personajes principales, unas 120 páginas y un gran viaje. Thomas Mann en La muerte en Venecia relata la vida de un escritor alemán (igual que él) llamado Gustav Aschenbach, quien goza de una importante fama en su oficio, pero que experimenta una insatisfacción insoportable hacia su propio trabajo. Siente Aschenbach que le falta motivación, que carece de ese impulso que nuestro Gary Medel llamó chispeza para poder continuar con su obra literaria.
Por eso es que una tarde decide romper con su rutina rigurosa y salir a pasear para alcanzar inspiración. Es en este paseo cuando el escritor queda admirado por el aspecto exótico de un hombre que se le cruza y, sin explicación, comienza a experimentar una fuerte tentación por viajar: “Era esa apetencia de lejanía y cosas nuevas, ese deseo de liberación, descarga y olvido, ese impulso a alejarse de la obra, del escenario cotidiano de una entrega inflexible, apasionada y fría”. El lugar decidido es, por supuesto, Venecia. Ahí Gustav Aschenbach encontrará el equilibrio entre lo exótico del sur, pero que se mantiene dentro de los márgenes europeos: “Viajar, sí… aceptaba la idea. No demasiado lejos; no precisamente hacia el país de los tigres”.
Con todo preparado para partir a Venecia, el riguroso escritor está dispuesto a aceptar la idea de descansar, a pesar de no ser fanático de dedicarle grandes temporadas al ocio. Inicia así su periplo con momentos gratos, pero también con escenas que van a descomponer la exigente personalidad de Aschenbach, como el gondolero que lo encamina al hotel y que tanto molesta al protagonista. Sin embargo, será el viaje interior el que predomine el argumento de esta pequeña novela, pues el escritor va a ir sometiéndose a distintas experiencias intelectuales y sensoriales que terminan en profundas reflexiones en torno al arte y la vida. Son reflexiones que no van a poder surgir si no es por la presencia del segundo personaje principal, Tadzio. Huésped del mismo hotel que Aschenbach (hotel en el que Mann reconoció haberse alojado), Tadzio es un joven polaco que pasa una temporada en Venecia junto a su familia y que capta inmediatamente la atención de Aschenbach, quien termina por obsesionarse con la belleza clásica del jovencito. Se dedicará tardes enteras sólo a mirarlo, a pensar en él, a arreglarse por él, a especular sobre su vida e incluso sobre su estado de salud. El amor que va sintiendo por el joven, con quien nunca habla, va despertando en él también un interés por su propia obra, un interés muy sensual que no había experimentado nunca.
Como el título avisa, alguien termina muriendo en Venecia, pues la ciudad acaba siendo víctima de una infección que suma varias víctimas. Así, si bien no vemos que el viaje de Aschenbach sea muy movido en términos espaciales, sí es intensísimo en cuanto a lo que a él le ocurre. El amor obsesivo por Tadzio lo llena de reflexiones sobre la belleza, donde podemos disfrutar de algunos pasajes del Fedro de Platón, uno de los textos más bellos sobre el amor y el deseo (donde, a todo esto, podemos saber en qué consiste realmente el “amor platónico”).
Al pasar varias tardes observando al jovencito bañarse en el mar, Aschenbach llega a comprender finalmente cómo “la palabra sólo puede celebrar la belleza, no reproducirla”.
Las tantas coincidencias que en este libro existen con la misma vida de Thomas Mann han llevado a muchos a creer que se trata de una novela autobiográfica, en la que Mann consigue expurgar de alguna manera su homosexualidad reprimida. Thomas Mann estuvo alojándose en el mismo hotel de su relato en el año 1911 y La muerte en Venecia está situada, literalmente, en 19.., quedando insinuada la posible coincidencia. Como sea, La muerte en Venecia es una novela breve y muy profunda donde están en convivencia constante la muerte con la vida, lo joven y lo viejo. Todos ellos reunidos en una sola playa, en un solo lugar donde la tensión de opuestos habla nada más que de la propia naturaleza del deseo.
Thomas Mann, La muerte en Venecia, Edhasa, 120 páginas.
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