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Derechos de la mujer, Opinión, Política 0

Por qué necesitamos más mujeres en política

By María Paz Domínguez · On Junio 19, 2014


Convengamos que sorprende un poco lo resistida que resulta una eventual ley de cuotas por algunos y algunas. Me sorprende porque parece como si se estuviera tocando un tema delicado que levanta rápidamente todas las alertas, cuando en realidad se trata de un mecanismo que intenta hacer que nuestro parlamento sea más representativo de la realidad de nuestro país. Lo que en Estados Unidos han llamado acción afirmativa.

 

En este sentido cabe preguntarse por la misión de nuestro honorable Congreso Nacional y cómo esta se podría relacionar con una eventual ley de cuotas. Si “el Congreso Nacional tiene entre sus principales objetivos, ejercer la representación de la ciudadanía…” (Fuente: Biblioteca del Congreso Nacional), cabe preguntarse qué ciudadanía está hoy representando y qué ciudadanía esperamos que represente.

Si el objetivo central es la representación, este órgano debiera ejercer mejor sus funciones en la medida en que mejor represente la diversidad de la ciudadanía, ¿o me equivoco? Creo que es en este sentido que una ley de cuotas fortalece y no entorpece nuestra democracia, ya que la hace más representativa. En un mundo ideal, si los indígenas son un 5% de la población, debieran tener un 5% de los escaños, si las mujeres somos un 50% de la población, debiéramos tener un 50% de los escaños. Sin embargo, la triste realidad en Chile es que las mujeres representamos sólo un 17% de los escaños en la cámara de diputados y un 13% de los escaños del senado Mientras que, por otra parte, no tenemos ningún representante indígena en nuestro parlamento (aunque los hemos tenido y de enorme lucidez)

 

Los partidos se preguntan, ¿qué pasa si no logro entusiasmar a mujeres para que sean candidatas? Y la respuesta no se hace esperar: para entusiasmar más mujeres, la política tiene que ser un espacio más convocante e inclusivo. La política es hoy un espacio muy masculino, caucásico y heterosexual; un espacio que usa eufemismos machistas como que aquí se trabaja “sin llorar” y donde hay que andar “con los pantalones puestos”. No es un espacio convocante para las mujeres. La inclusión de mujeres (y eventualmente de otros grupos) debiera forzar a que el espacio político se haga más convocante y es así como una ley de cuotas fortalecería nuestra democracia.

 

Hablo de mujeres y otros grupos, porque si el objetivo es fortalecer la democracia haciendo que nuestro congreso se haga más representativo, entonces cabe preguntarse si debiéramos incentivar la participación de otros grupos y qué grupos debieran verse beneficiados por una eventual ley de cuotas. Creo que este es uno de los factores que hace que se levanten las alertas cuando se plantea este tema. ¿Dónde está el límite? ¿Qué grupos considerar? Levanta alertas porque se podría empezar a pensar en extender la ley de cuotas para sindicatos, para agrupaciones empresariales, grupos religiosos, etc. El problema, creo, es que estos grupos pueden ir perdiendo apoyo a lo largo del tiempo y aún así mantener sus cuotas de representación. Es esto lo que suena ilegítimo de una eventual ley de cuotas. Un sindicato puede perder adherentes y por lo tanto representatividad, igual que un grupo empresarial o religioso; lo que nos hace pensar que no se les debieran asegurar cuotas en la toma de decisiones. Por eso creo que el criterio que debiera delimitar el que a un grupo se le asignen cuotas de representación, es que la característica que compartan no pueda cambiar en el tiempo. Este es el caso de las mujeres, indígenas y homosexuales. Mientras el miembro de un sindicato o grupo religioso puede dejar de serlo, en términos generales el género y la etnia son condiciones que no cambian durante la vida y que proporcionalmente se mantienen relativamente estables a lo largo del tiempo.

 

Mientras escribo esta columna me siento como entrando en terreno minado, sin embargo, también creo que es un tema que debiéramos empezar a conversar. No sólo porque necesitamos fortalecer nuestra todavía naciente democracia, sino porque como país nos falta aprender como navegar y potenciar la riqueza de nuestra diversidad.

 

 

 

 

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María Paz Domínguez

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